La poesía de Carlos Fonseca

miércoles, 11 de enero de 2012

 

Un dedo ciego me toca el pecho y de allí brota una flor:

La poesía de Carlos Fonseca


Escribe: darwin bedoya

Porque en mis manos nació una sombra que canta. Porque en un triste coro de insectos se refugia mi boca y mis palabras deambulan en un suspiro. Porque a mi pecho lo azotan los recuerdos ajenos y en el declive de esta tarde una metáfora me ofreció una flor de cuatro pétalos, esta voz barroca y hueca es necesaria. (Fragmento del diario de un poeta, I, p.11), así comienza el libro que posee un título al modo de una expresión de Joyce: Una oscuridad brillando en la claridad que la claridad no logra comprender(Madrid, 2008, 84pp.), XX Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Joven Creación, del poeta Carlos Fonseca (Nicaragua, 1988)publicado en Madrid por Visor en el volumen DCLXXXI de su Colección Visor de poesía.

La poesía de Fonseca está llena de asombro, de un sublimar constante y de un potentísimo sentido de la eternidad. Las tres partes que componen el libro (Fragmentos del diario de un poeta. El sermón de la sombra. Otro demonio, otros huérfanos) vislumbran esa eternidad que emerge del fuego de la palabra, del insondable lirismo cuyo sonido despertará los más profundos estremecimientos humanos. Carlos Fonseca aprehende el oráculo de una realidad reservada a la estirpe de una poesía diferente, pero rotunda y consecuente, allí donde el poema es el trasunto esplendoroso de ese sentir que se da más allá del vacío. Fonseca ha construido un bello reino de recónditas palabras, de signos bifurcados, de sombras irreales, de retratos sepultados y de amores redimidos. Pero, ante todo, el libro está construido con una enrarecida magia metafórica, donde fluye una riqueza de imágenes desbordante con tonalidades lúcidas y atmósferas deslumbrantes.

Una oscuridad brillando en la claridad que la claridad no logra comprenderes el libro que simboliza en sí la travesía mágica de la creación. Desde el epígrafe, que parte con versos de Alberto Caeiro, hasta donde surgen también referentes como T.S. Eliot, Joaquín Pasos, Carlos Martínez Rivas y el mismo Pessoa; Fonseca va hilvanando una poesía a veces surreal, a veces demasiado lírica y otras, notoriamente amatoria. Pero, el poeta, sabe reconocer la vertebración honda de las cosas, el alma subterránea que posibilita la luz y los afluentes de la luz. Creo que este libro es un sorprendente ejercicio de lucidez creadora. Fulgura cuando todo es sombras y paisajes herrumbrosos. Acontece cuando sucede la incomprensión. La voz del poeta surge con extraña intensidad y mágico flujo.

Carlos Fonseca ha penetrado en una significación día/noche, claridad/oscuridad de la existencia humana, haciendo de la poesía el camino a la verdad y la certeza, el único camino a lo absoluto, de esencia inefable. Es éste, pues, el sentido más general del libro, su centro poderoso de gravitación.

Entre 1,081 participantes, procedentes de 33 países, y de los cuales aproximadamente un veinte por ciento fueron menores de 30 años, Carlos Fonseca Grigsby ha logrado separar su espacio en la amplísima avenida de la nueva poesía latinoamericana.

Aquí unos versos:



Retrato N° 2:

Suelo pensar a veces… a veces,
que Dios puso mi tristeza en tu vientre
y que tú la pariste.

Que hasta después de ese acto,
yo aprendí a llorar.

Y que entonces aprendí
que mis lágrimas son seres
que misteriosamente te recuerdan
con igual o más intensidad que yo.

––Arráncate el pecho,
abre tu corazón,
que allí yazgo, extendido sobre una camilla,
como un paciente esperando por ser operado––

Yo te he construido un reino de palabras.

Un reino en ruinas. De agrietados castillos de viento
y un trono fantasmagórico. De fuentes lacrimosas
y jardines inmarcesibles que se han marchitado
desde que tu ausencia posó desnuda en el tiempo.

Y cielos, cielos inmensos

Que no son más que la tumba del cadáver de un crepúsculo.

Un reino,

Donde las puertas al infinito han quedado sin cerradura

Y mi soledad es un lugar que está en todas partes.

En su arquitectura se disputan las dimensiones del olvido y

Del recuerdo.

En él, en ese perdido reino, no se ha pronunciado tu nombre jamás.

Sus estatuas no tienen vida. Las personas que lo pueblan son muertos.

Y la voz del día es como un silencio elegíaco.

Y la voz de las noches es como un llanto perezoso de tu sombra.

A veces… a veces, el poeta no me basta.

Quiero arrancar a la palabra amor de la realidad

––Dejar su grieta por unos días––

Tenerla entre mis manos (pájaro herido) y llevarla hacia el país de Mí.

…tan inerme que se ve en minúscula. Y

Con mis mismas manos de matar,

Arrancarle los tendones, disputarme sus vísceras,

Enterrar su esencia en el panteón de la palabra olvido.

Hasta que entonces, deformada por mi humanidad,

La renombre “Polvo” y la deje revolotear de nuevo en la realidad;

Como un pájaro que viene de la libertad de la jaula

A la prisión de los árboles.

He soñado, también, que nos llovemos sobre los paraguas de la soledad.

Y también conozco la silla de la que te has levantado,

que hoy está vacía. Y la humedad que dejaron tus últimas palabras

en mi pañuelo de despedida,

como si alguien se hubiera secado las lágrimas con él.

[deEL SERMÓN DE LA SOMBRA, pp. 32, 33]



LO QUE EL BESO LE DIJO A LA AUSENCIA

Está tu espalda en la herida albura de mi memoria.

Por ahora sólo tu espalda. Ahora están tus labios.

Y su sabor que todavía danza sobre los míos.

Recuerdo tus labios y tu espalda.

Pero viene formándose desde el mar de vos

una ola que poco a poco crece

y aumenta su volumen y el de su cabello de espuma

¡hasta que rompe contra mi rostro!

Entonces, de golpe, estás completa y total.

Y no sólo está tu espalda sino la astronomía de sus lunares

Y no sólo están tus labios y su sabor sino

la dulce sangre de todas las palabras que asesinamos

mientras ocurría el beso.

Ahora puedo escribir que

en tu desnudez, la belleza se viste de sí misma.

Que quisiera que (ahora, en este instante)

tu brazo extendido sobre la cama se convirtiera en la imagen

del alambre sobre el cual los pájaros de mis labios

vieron el amanecer

y cantaron.

––Que tengo una caricia derrotada por tu ausencia.

Ahora un magro no-sé-qué navega lerdo por mi boca.

Un desasosiego con cola y dientes.

El perdido marbete de una estrella danzante.

Es que imágenes fantásticas desean desembocar en algo único:

en el espacio entre tus senos y la noche,

mis palabras se vuelven manos.

Por eso me he aguantado hasta ahora

para escribir sobre la playa que es tu nombre,

la playa reservada para tu mirada sin ojos

y mi sonrisa sin dientes. Sobre

el árbol que crece sobre tu vientre,

el coro de gigantes que se aproximan que trae tu caminar.

Busco las llaves de tu habitación.

Sé que allí encontraremos las letras que faltan en el alfabeto del silencio.

[deEL SERMÓN DE LA SOMBRA, pp. 52, 53]



REINVENTO DE LA SOLEDAD


¿Se acuerdan de los Demonios Internos? ¿Se acuerdan del Adán de la oscuridad? ¿Jeladrana? Ahora estoy inerme. Algo está roto entre las palabras y la voz. Entre las sílabas de la palabra soledad, crece un musgo, y más alto, su rol empieza a derretirse sobre sus letras como una candela derretida; luego, en el centro exacto de la soledad, el hombre es de repente un lugar donde las cosas se marchitan. Y todo esto ocurre bañado en la sangre del corazón de la noche.

La soledad debe ser reinventada.

––Nuestras soledades tienen alas.
Pero son cosas simples. Más simple
que una manzana, un beso en la mejilla,
el sol ardiente del mediodía. Sólo que estos
tienen garras, son partes de la realidad, tienen una nostalgia
de piñatas quebradas que lloran en sus adentros.
Pero si hacemos un pacto ––en estos versos muy contemporáneos––

y de la simpleza (manzana–beso–sol) de nuestras soledades
pudiéramos sacar algo sobreviviente, luminoso entre
tanta oscurana, seríamos menos solitarios. Comenzaríamos
por un brazo, un brazo que salga de una soledad para acariciar
a la otra, sujetarle la mano invisible, darle una palmada.
Luego unos labios como los del silencio, para que mientras una
soledad acaricia a la otra, la otra pudiera besarla, y sembrar en ella, amor.
Luego un ojo. Sólo un ojo. Pero que pudiera ver a través de la otra soledad,
no ver lo que está detrás de ella, sino adentro de la soledad, donde hay una
soledad aún más sola. Y así, poco a poco, iríamos construyendo casi
una persona llamada soledad, para que en lugar de que seamos dos niños solitarios,
seamos dos niños felices, que reinventaron la soledad acompañándola––

[deOTRO DEMONIO, OTROS HUÉRFANOS, pp.81, 82]

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