El escritor Alonso Cueto acaba de publicar La venganza del silencio. El autor afirma que un escritor siempre va más allá de las apariencias y de lo superficial.
Escribe: Pedro Escribano
Escribe: Pedro Escribano
Alonso Cueto está ronco. Una aguda faringitis casi le ha robado la voz. Se ayuda con sucesivos sorbos de té con limón para hacerse escuchar. Carraspea, pero no tiene otra salida, debe respondernos sobre su reciente novela, La venganza del silencio (Ed. Planeta). La historia cuenta un crimen en el seno de una familia aristocrática. El tío Adolfo, un banquero, ha sido asesinado y Antonio, el sobrino, indaga su muerte. La familia acusa a Venus, el chofer negro, quien ha descubierto a través de un escrito anónimo que su hija era amante del banquero. Pero para Antonio, la verdad es otra y desmadeja un hilo que entreteje conflictos, intereses, ambiciones y odios personales.
–Tu novela es una historia de familia cruzada de pasiones, desde tiernas hasta perversas.
–Con esta novela he querido explorar sobre todo las relaciones familiares y es que la familia, para mí, es una forma de religión. Cuando se vive en familia se tiene una serie de pactos, de afectos. Es una forma del destino. Uno puede dejar de ser amigo, esposo, pero no hijo, padre o hermano. En el seno de la familia se forman una serie de alianzas, facciones, pero también de traiciones, y siempre bajo líderes familiares. En cierto sentido, las más grandes pasiones en la historia de la literatura vienen de la familia, por ejemplo, en La Iliada, se intenta recuperar una familia; en La Odisea, se busca regresar a una familia.
–Dices que la familia es una forma de religión, ¿cómo así?
–Creo que los instintos familiares son esenciales en los seres humanos porque si uno pierde su familia, uno la inventa a través de grupos o partidos políticos o instituciones. Esa pasión por el mundo de la familia siempre me ha interesado, sobre todo porque toda institución familiar, de cualquier clase social que sea, tiene una caja de Pandora donde están los secretos que ocultar para la buena marcha de la familia. Explorar esos secretos, esas heridas, es uno de los temas más importantes para mí.
–Paralela a la historia de Antonio, hay otra historia familiar: la de Venus y sus hijos.
–Exactamente. En ese sentido, hay elementos comunes entre la familia de la clase alta y la de clase baja: tienen secretos, tienen personajes que se disputan algunos conflictos y eso no depende, creo yo, de la clase social, sino de la constitución intrínseca de una familia: sus miembros se quieren, pero también se pelean, se traicionan. Pero lo que me interesaba más en esta familia de la clase alta era encontrar elementos de perturbación de la unidad familiar y cómo ésta reacciona. En este sentido, por ejemplo, la conducta del tío Adolfo, que quería vender el banco, es una amenaza para toda la familia.
–La novela también revela la familia de Venus, sobre todo cuando Venus dice que la función de ellos ante sus amos es, sobre todo, hacerlos sentir bien. ¿Desentrañamiento de lo que es estar al servicio de otro?
–Eso me parece fascinante de las casas de la aristocracia, y es que dentro de ellas convive un microcosmo de la sociedad, o sea, representa en pequeño lo que hay en la sociedad. Se manifiestan los juegos de poder. En una casa como la de la novela conviven, por ejemplo, los blancos con los negros, los ricos con los pobres y los vivos con los muertos. Es un escenario de confluencia de muchas identidades. Todo eso ocurre, no en un bar, barrio, sino dentro una casa. Es casi un thriller doméstico.
–¿En los personajes hay una doble moral? Se ha matado, se confiesa el crimen, pero no se denuncia a la policía.
–Es que se teme el escándalo. Digamos que estas son familias que dependen mucho de su imagen. La imagen moral es un factor económico también. Para el poder económico es muy importante que los secretos permanezcan ocultos, que no sean revelados.
–Un hecho curioso, Antonio, que en la historia escribe esta novela, es quien lleva adelante las investigaciones y no Correa, el detective.
–Yo creo que la misión de un escritor se parece a la del detective o la del policía, y es siempre ir más allá de las apariencias, de la superficie. El escritor se parece en eso a un detective, busca o quiere saber la verdad.
–Y verdad, redujiste a Correa a una caricatura de detective.
–Correa no está interesado en descubrir las cosas. Es un tipo contratado por la familia para dejar todo como está. Es el que oficializa “el caso está cerrado”.
El dato
El autor. Alonso Cueto nació en Lima en 1954 y se desempeña como profesor universitario, periodista y escritor. Dentro de su producción destaca La hora azul (Premio Herralde de novela 2005) y El susurro de la mujer ballena, que quedó finalista del Premio Planeta-Casa de América, el 2007.
Una máquina contra el tiempo
–¿El policial es también una forma de mirar a la sociedad?
–Siempre. Creo que los crímenes, la muerte, la violencia, el amor, son formas de ir más allá para hurgar la identidad secreta de los personajes, qué hay detrás de las apariencias.
–En tus libros siempre hay pérdida de una figura paterna.
–Sí, ahora me he dado cuenta de que ese tema siempre me ha perseguido. En muchas de mis novelas desaparece un ser querido del protagonista. El tío Adolfo recrea algo eso y creo que tiene que ver, en el sentido de pérdida, evidentemente con la muerte de mi padre. La muerte de mi padre me afectó mucho y creo que no hubiera sido escritor si no fuera por ese hecho.
Creo que la idea de que la literatura, el arte, es la única máquina que hemos inventado contra el paso del tiempo, contra la muerte, es lo que me ha hecho abrazar esta pasión por la escritura y que de alguna forma me ha permitido manejar esa obsesión por la nostalgia. Pues uno se conoce a sí mismo cuando escribe.
–Tu novela es una historia de familia cruzada de pasiones, desde tiernas hasta perversas.
–Con esta novela he querido explorar sobre todo las relaciones familiares y es que la familia, para mí, es una forma de religión. Cuando se vive en familia se tiene una serie de pactos, de afectos. Es una forma del destino. Uno puede dejar de ser amigo, esposo, pero no hijo, padre o hermano. En el seno de la familia se forman una serie de alianzas, facciones, pero también de traiciones, y siempre bajo líderes familiares. En cierto sentido, las más grandes pasiones en la historia de la literatura vienen de la familia, por ejemplo, en La Iliada, se intenta recuperar una familia; en La Odisea, se busca regresar a una familia.
–Dices que la familia es una forma de religión, ¿cómo así?
–Creo que los instintos familiares son esenciales en los seres humanos porque si uno pierde su familia, uno la inventa a través de grupos o partidos políticos o instituciones. Esa pasión por el mundo de la familia siempre me ha interesado, sobre todo porque toda institución familiar, de cualquier clase social que sea, tiene una caja de Pandora donde están los secretos que ocultar para la buena marcha de la familia. Explorar esos secretos, esas heridas, es uno de los temas más importantes para mí.
–Paralela a la historia de Antonio, hay otra historia familiar: la de Venus y sus hijos.
–Exactamente. En ese sentido, hay elementos comunes entre la familia de la clase alta y la de clase baja: tienen secretos, tienen personajes que se disputan algunos conflictos y eso no depende, creo yo, de la clase social, sino de la constitución intrínseca de una familia: sus miembros se quieren, pero también se pelean, se traicionan. Pero lo que me interesaba más en esta familia de la clase alta era encontrar elementos de perturbación de la unidad familiar y cómo ésta reacciona. En este sentido, por ejemplo, la conducta del tío Adolfo, que quería vender el banco, es una amenaza para toda la familia.
–La novela también revela la familia de Venus, sobre todo cuando Venus dice que la función de ellos ante sus amos es, sobre todo, hacerlos sentir bien. ¿Desentrañamiento de lo que es estar al servicio de otro?
–Eso me parece fascinante de las casas de la aristocracia, y es que dentro de ellas convive un microcosmo de la sociedad, o sea, representa en pequeño lo que hay en la sociedad. Se manifiestan los juegos de poder. En una casa como la de la novela conviven, por ejemplo, los blancos con los negros, los ricos con los pobres y los vivos con los muertos. Es un escenario de confluencia de muchas identidades. Todo eso ocurre, no en un bar, barrio, sino dentro una casa. Es casi un thriller doméstico.
–¿En los personajes hay una doble moral? Se ha matado, se confiesa el crimen, pero no se denuncia a la policía.
–Es que se teme el escándalo. Digamos que estas son familias que dependen mucho de su imagen. La imagen moral es un factor económico también. Para el poder económico es muy importante que los secretos permanezcan ocultos, que no sean revelados.
–Un hecho curioso, Antonio, que en la historia escribe esta novela, es quien lleva adelante las investigaciones y no Correa, el detective.
–Yo creo que la misión de un escritor se parece a la del detective o la del policía, y es siempre ir más allá de las apariencias, de la superficie. El escritor se parece en eso a un detective, busca o quiere saber la verdad.
–Y verdad, redujiste a Correa a una caricatura de detective.
–Correa no está interesado en descubrir las cosas. Es un tipo contratado por la familia para dejar todo como está. Es el que oficializa “el caso está cerrado”.
El dato
El autor. Alonso Cueto nació en Lima en 1954 y se desempeña como profesor universitario, periodista y escritor. Dentro de su producción destaca La hora azul (Premio Herralde de novela 2005) y El susurro de la mujer ballena, que quedó finalista del Premio Planeta-Casa de América, el 2007.
Una máquina contra el tiempo
–¿El policial es también una forma de mirar a la sociedad?
–Siempre. Creo que los crímenes, la muerte, la violencia, el amor, son formas de ir más allá para hurgar la identidad secreta de los personajes, qué hay detrás de las apariencias.
–En tus libros siempre hay pérdida de una figura paterna.
–Sí, ahora me he dado cuenta de que ese tema siempre me ha perseguido. En muchas de mis novelas desaparece un ser querido del protagonista. El tío Adolfo recrea algo eso y creo que tiene que ver, en el sentido de pérdida, evidentemente con la muerte de mi padre. La muerte de mi padre me afectó mucho y creo que no hubiera sido escritor si no fuera por ese hecho.
Creo que la idea de que la literatura, el arte, es la única máquina que hemos inventado contra el paso del tiempo, contra la muerte, es lo que me ha hecho abrazar esta pasión por la escritura y que de alguna forma me ha permitido manejar esa obsesión por la nostalgia. Pues uno se conoce a sí mismo cuando escribe.
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