Los
nuevos horrores:
perturbaciones
y escalofrío en el
microrrelato de hoy
Una
lectura de 1 byte de
horror, antología de minificción digital
darwin
bedoya
1.
Una gran parte del arte contemporáneo más
original y, en particular de la literatura de ruptura de los siglos anteriores
—con mayor notoriedad en el siglo XX—, se ha concebido bajo ciertas coyunturas:
guerras, persecuciones, exaltaciones, intransigencias, crisis económicas,
pandemias, etc. En la actualidad los cambios sociales, políticos y, ahora, los
tecnológicos, con la reciente llegada de la sociedad digital caracterizada por
la globalización, el marcado y reiterado dominio de lo audiovisual, el
protagonismo de Internet como nexo permanente y protagónico que, hasta cierto
punto, puede marcar la estabilidad, direccionamiento y la actitud de los
creadores ante el mundo, especialmente si revisamos el flujo continuo y a
menudo desmesurado de información digital que muestra sus lados positivos y
negativos. Esos precedentes y ciclos han dado cabida a las pulsiones, diálogos
y expansiones comunicativas en el mundo virtual, propiciando de ese modo un
panorama donde vuelve a tener un nuevo
apogeo el género de la minificción.
2.
En el horizonte de microrrelatos hispanos de
horror más enigmáticos debe ser «Día de difuntos» —que apertura Ajuar funerario de Fernando Iwasaki—,
uno de los más inquietantes y clásicos de la minificción, no solo por su
brevedad, sino también por la conjugación de los elementos perturbadores que
posee para generar lo pavoroso y sorprendente: el título
(polisignificante/contextualizador), el niño (personaje recurrente), el
tanatorio (escenario fatal), la muerte (acabamiento/final) y, el doppelgänger (doble fantasmagórico); la
suma de estos componentes funciona como generador del desasosiego y de lo
siniestro en el microrrelato haciendo que el horror logre su objetivo: la
perturbación de la calma.
3.
Quarks Ediciones Digitales ha publicado el
volumen número 10 de la colección Máximo minúsculo: 1 byte de horror, antología de minificción digital (52pp. Lima,
2020), el texto reúne veintisiete
microrrelatos que vienen a confirmar no solo la constancia y auge de este género,
pues añade también la solidez de la que goza actualmente. Los escritores
Paulina Bermúdez Valdebenito (Chile, 1983) y Rony Vásquez Guevara (Perú, 1987)
—como mencionan en el prólogo—, presentan esta antología luego de haber
realizado una convocatoria virtual a una comunidad de escritores del género
breve.
4.
El crítico y ensayista Francisco Hinojosa, en su Decálogo para antologadores, en el parágrafo octavo, anota: «Para antologar es
necesario prescindir de todas las antologías que se le semejen. Es un requisito
creer que la novedad reside en la selección, que tu antología es también una
creación». Parece ser que bajo esas directrices se ha concebido 1 byte de horror, antología de minificción
digital ya que de las muchas antologías de microficción, desde la ya
consagrada La mano de la hormiga
(1990) preparada por Antonio Fernández Ferrer hasta Los pescadores de perlas (2019) publicada por Editorial Montesinos
y preparada por Ginés S. Cutillas,
tenemos una lista larga con casi un centenar de antologías de microrrelato en
español que difunden, principalmente, nuevos mecanismos de expresión del
microrrelato y, también, las nuevas voces de los microrrelatistas de hoy. Cada
antología aparece con sus propias novedades, con sus criterios y con sus rasgos
propios de creación, con sus aciertos y errores. En todo caso, este ejercicio
supone que los conjuntos antológicos son una muestra de la producción literaria
de un periodo determinado o de una especie de generación de escritores.
6.
1 byte de
horror, antología de minificción digital intenta abarcar la evolución de este
género. El tema del horror es un asunto recurrente en la minificción,
especialmente en los microrrelatos, casi del mismo modo en que opera el eje de
lo fantástico. El terror y el horror, siendo distintos, son tan antiguos como
el ser humano, sin embargo, ambos coinciden en algo amenazante e impuro que
propone una fusión de emociones de miedo y angustia, la intrusión de algo no
natural dentro del mundo normal. El
terror mantiene a los personajes y al lector en un ansioso suspense sobre las amenazas de la vida y la seguridad. Mientras que
el horror enfrenta a los personajes principales con la violencia física o
psicológica, explícitamente devastadora de las normas asumidas y las
represiones de la vida real. Es en el horror donde se realizará con mayor
nitidez el rol de identificación entre lector, narrador y personajes. El horror
no se aprehende con facilidad, por ello es que va estableciendo sus dinámicas
discursivas y sus propiedades estructurales de acuerdo a lo que el microrrelato
puede permitir en su extensión. El sobresalto que concibe funciona en todos los
niveles de construcción del texto como tema, es decir, como signo de
representación que lo limita y estandariza, lo cual permite que sea objeto de
discurso literario. Ya lo anotaba Foucault en su libro El orden del discurso, donde subrayaba que este tipo de expresiones
—las antológicas— procuran dar coherencia a un discurso determinado, sustentar
su veracidad y, de alguna manera, asignarle un rol importante al antólogo en
armonía con los textos seleccionados. Es bien sabido que las antologías
obedecen a la revisión de las fluctuaciones del gusto literario, constituyen el
síntoma de las tendencias latentes o declaradas y permiten esclarecer el
itinerario de la sensibilidad literaria de cada época.
7.
Un signo de dramatismo y disolución del sentido
atraviesa esta antología, un punto de inicio ocurre en el lugar donde el
microrrelato no puede explicarse, pero atrae, oscuramente, toda mirada de
atención. Se debe hacer una lectura muy particular de esta colección. En sus
páginas se guarda una inquietud tan contemporánea que genera ese no saber
adónde ir, qué hacer o qué hacer o decir con el escalofrío anidándonos en los
pliegues del alma. Los textos de esta antología presentan un amplio abanico de
procedimientos y técnicas o intervenciones comunes y típicas del microrrelato.
Teniendo en cuenta sus argumentos y operaciones, presenta coherencia debido a
la modalidad temática que organiza el monográfico, dándole protagonismo a lo
absurdo, lo onírico, lo monstruoso y, en menor medida, lo infausto. La mayoría
de estos microrrelatos aprietan la existencia y la moderación. «Reencarnación»
de Maritza Iriarte juega más con esa idea. «Apariciones» de José Juan Aboytia
se conecta también con ese miedo, al mismo tiempo, toma como personaje
protagónico a un niño para alcanzar el suspenso y el efecto del miedo. En esa
línea también están «La caída» de Angélica Villalba que permite revisitar lo
trágico y lo abisal que puede ser la vida, sobre todo, la de los niños. Jimmy
Árias hace lo propio en «La tía Anaïs», un cuadro escrito con una escena
sobrenatural que incluye niños y un personaje mítico de los miedos infantiles:
la bruja. En «Regalo de cumpleaños», Alberto Sánchez Argüello acude a la
memoria para anotar una escena de la infancia donde retrata el juego del tiempo
y los mundos paralelos vinculando ese texto con claras referencias a «El pozo»
de Luis Mateo Díez, y nos regala este escalofriante texto que conecta también
el espacio familiar con lo fantástico.
Luego están los microrrelatos de Paulina Bermúdez, Zulma Fraga, Mariana
Fuentes, Patricia Nasello, Arnaldo Jiménez, Katalina Ramírez, Julián
Pénagos-Carreño, Débora Benacot y Karla Barajas que, al modo de Iwasaki en Ajuar Funerario, emplean como personaje
al niño, por su inocencia y el pánico que pueden concebir frente a las
perturbaciones insólitas. Caro Fernández juega con el tema de las pesadillas y
la muerte en «No podrá con nosotros», nos presenta un texto que bordea la
ilusión y la noción del tiempo y lo espeluznante que puede ser el miedo.
Transcurre en esa línea «El pacto» de Patricia Dagatti con ese monstruo y su
traslación en una alegoría de lo fantástico y lo horrendo.
8.
En este conjunto antológico, como en cualquier
antología, se da una heterogeneidad formal de exploraciones al horror, pues
resulta complicado que todos los textos sean de igual conectividad y bondad,
hay algunos que muestran cierta sutil muestra de ironía como el caso de «La niña
y sus muñecas» de Arnaldo Jiménez, otros como «La misión» de Sara Coca y «No
podrá con nosotros» de Caro Fernández que se regodean con el goce estético.
Tenemos también títulos como «Salida» de Fernando de Gregorio que se detienen
en lo fantasmagórico, casi en la misma línea que «¿Quién es?» de Jonathan
Alexander España Eraso. También están los de rasgos intertextuales como «Troya
para siempre» y «Aunque sea lo último que haga» de Patricia Nasello y de Débora
Benacot, respectivamente. Pero, eso sí, todos estos microrrelatos tienen la
esencia de los finales sorpresivos y la capacidad de transportar al lector a
esos estados emocionales que colindan con la existencia. En otro segmento
podrían estar el doppelgänger de Sara
Coca y el texto «La misión» que apertura
el libro mostrándonos un signo de lobreguez y transfiguración, también asoma en
esa línea «Evolución» de Felipe de la Jara. El texto «A mi lado» de Freddy
Ramírez que provoca la frigidez de un extrañamiento frente a la realidad y la
muerte, es un recorrido por los bordes de lo horrendo y lo que genera: la
soledad frente al silencio. Lo mismo ocurre con «Todo está bien» de Mary
Rogers, «El huésped» de Alejandro Barrón y el texto de Silvia Landa: «Individuo
desconocido sin prueba de contagio». El
juego de la muerte se refleja en «Bienvenido al valle de la muerte» de Leo
Mercado. El designio de los oscuros pensamientos se da en «Los dos caminos» de
Luis Ignacio Muñoz en un texto donde la tensión fricciona los nervios y los
huesos casi igual que en «Sin escape» de Juan Jesús Martínez.
9.
En las páginas de esta antología el asunto del
horror juega un papel psicológico/emocional, considerándose un protagonista más
—casi siempre, acechante— de muchos de estos microrrelatos, la mayoría de ellos
con niños como protagonistas en el escenario del miedo, seguramente porque en
ellos la turbación se acrecienta y regodea de la mejor manera. Pero detrás de esos
elementos perturbadores late tal vez lo más inquietante: el escalofrío y las
sombras del miedo. Los diferentes tipos de monstruos
que muchas veces llevamos dentro y a los que cualquier relato nos puede obligar
a enfrentarnos en el momento menos pensado y en el lugar no imaginado. En ello
radique quizá otro rasgo de esta selección de textos: el buen pulso narrativo
del microrrelato pues muestra a este
género como espacio propicio para la extrañeza desatada por, digamos, elementos
invasores, irrupciones que propician un tono entre desequilibrante y
existencial y, el ánimo por retratar la personalidad y los estados anímicos de
las criaturas que habitan estas páginas. La inquietud y la angustia son
desatadas por este juego de sucesiones de palabras en las que son las víctimas
las que parecen proyectar un aire sereno, pero inquietante sobre su propio
entorno.
10.
La mayoría
de estos microrrelatos posee argumentos de literatura contemporánea: la
irrupción del doble, las presencias fantasmales, las memorias inconcebibles,
las grietas temporales de la vida, el destino implacable, los juegos
paradójicos y metafísicos. También se puede percibir influjos de autores como
Charlotte Brontë, Elizabeth Gaskell, Jorge Luis Borges, Franz Kafka, Juan José
Arreola, Ana María Shua que asoman cautelosamente en estas páginas. Así, esta selección representa una de las
más singulares y recientes antologías monográficas digitales cuyo tema
perturbador quizá no tenga simples delimitaciones, a pesar de que es bien
sabido que el horror siempre encuentra una nueva manera pavorosa de hacernos
repensar la vida.
Ciudad del Titikaka, julio de 2020