"LOS OFICIOS DEL COLIBRÍ HOLGAZÁN" / Inventario de mundos imposibles Apuntes sobre lo fantástico y el signo de la muerte en Está rugiendo otra vez de Patricia Nasello

domingo, 1 de noviembre de 2020

 



Inventario de mundos imposibles
Apuntes sobre lo fantástico y el signo de la muerte
en Está rugiendo otra vez de Patricia Nasello


darwin bedoya

1.
En La especie fabuladora, la escritora Nancy Huston señala que todo en nosotros es fabulación, desde las cosas que nos contamos a nosotros mismos hasta los mitos, las religiones, los relatos históricos o las utopías políticas. La historia de la humanidad está hecha de una suma de relatos trasmitidos en el tiempo con el propósito de edificar una realidad que nos sirva de certeza, de suelo donde apoyarnos, algo que nos sostenga en el mundo. Un lugar donde la invención sea útil.

2.
En consonancia con la ruta fabuladora, David Roas, en su libro Tras los límites de lo real, una definición de lo fantástico, menciona que lo fantástico contemporáneo asume que la realidad es producto de un diseño en el que todos participamos. Pero dicha asunción no impide que siga siendo necesario el conflicto entre lo narrado y la realidad extratextual para que se produzca el efecto de lo fantástico. La direccionalidad inminente es que todo relato fantástico propone, transgrede y no se limita únicamente a su dimensión argumental y temática, sino que también se manifiesta en el nivel lingüístico: la fabulación fantástica.

3.
Hay una senda vasta y diversa en materia de lo fantástico en la narrativa breve actual —estrictamente en el microrrelato—, donde autores como Ángel Olgoso, Miguel Ángel Zapata, Ana María Shua, Andrés Neuman, Fernando Iwasaki, Paola Tena, Jorge Aguiar, Manu Espada, Rosana Alonso, entre otros, escriben, en mayor o menor grado, microrrelatos signados por lo fantástico. Bajo esta configuración, si nos detenemos en Está rugiendo otra vez, Quarks Ediciones Digitales (Perú, 2020) de Patricia Nasello (Argentina, 1959), nos daremos cuenta de que uno de los aspectos más sugerentes de este libro es el uso de elementos de lo fantástico y lo onírico que, al ser conjugados, proyectan con eficacia una dimensión inquietante en la lectura del texto.

4.
Desde El manuscrito (2001) hasta Está rugiendo otra vez, pasando por Nosotros somos eternos (2016) o Una mujer vuelta al revés (2017) y Qué buen disfraz de leona (2019) los microrrelatos de Patricia Nasello tienen un aire de fecundidad y estirpe fantástica. La memoria como punto de partida. El ser humano como personaje referencial de equilibrio. Lo fantástico como eje articulador de las fabulaciones. Lo autorreferencial como marca de coherencia. La palabra como signo de precisión. La muerte como tema evocativo, como marca de desilusión y fatalismo hacia la naturaleza y condición humanas. Es con estos elementos que este libro pone de manifiesto la actualidad y ductilidad del microrrelato en la literatura contemporánea.

5.
En este volumen de microrrelatos la autora muestra una marcada predilección por la fabulación fantástica y por la construcción de fragmentos instantáneos de la cotidianidad donde, además, aborda los arquetipos sobre la muerte, los sueños, la nostalgia y la memoria, haciendo evidente una invención que concluye en la transgresión de los límites de la realidad. En esa bifurcación es posible percibir la irrupción de elementos sobrenaturales que apuntan a la trascendencia de un efecto enajenador en el sujeto lector que se encuentra frente a un texto no transparente, visto, evidentemente y únicamente, desde la realidad. En las páginas de este título se aúnan quince microrrelatos que acometen, desde su brevedad, a la revisitación de seres y mundos fantásticos, aparentemente desprovistos de derivaciones en las traslaciones que podría hacer el lector. Se podrá ver que cada texto supone una continuación del ejercicio de la brevedad, la raíz que hace que el microrrelato no se quede en el papel y pueda fluir.

6.
En este libro lo fantástico se manifiesta en los momentos del microrrelato donde el lector se detiene en la molicie de la ambigüedad que la vacilación provoca. En ese intervalo donde la representación e instauración de un vértigo de la razón desconcertada aflora y acomete al lector llevándolo al borde del titubeo. Casi todos estos microrrelatos seleccionados de libros anteriores para el volumen Está rugiendo otra vez tienen ese componente fantástico que remarca el desasosiego y una aproximación perturbadora al lector, porque los elementos fantásticos desconciertan la concepción de la realidad tal y como la percibimos, pero, a la vez, le otorgan al texto una pulsión de conectividad ininteligible que se resuelve en las inferencias del lector. Y es, con mayor regularidad, en el microrrelato, donde lo fantástico adquiere un marco de asombro verosímil para lograr el efecto que el autor se propone alcanzar: la extrañeza que otorga la comprensión, aquello que el crítico de minificción Enzo Beluzzi ha venido a llamar micromedios magnéticos en su libro Intervenciones textuales en la minificción.

7.
Lo fantástico, con mayor o menor incidencia, se da desde «La caricia», microrrelato que apertura el libro, hasta «Voraz» que cierra el conjunto y, del cual se desprende el título del libro, no solo se sobrepone lo fantástico, sino también la proximidad y conexión entre el mundo onírico y la muerte. Al repensar y recrear de manera constante el tema de la muerte que se concentra y reitera en frases como: «Visito el camposanto» (p. 9), «Fruto envenenado» (p.10), «Otros padecen una muerte» (p.11), «Nosotros también matamos» (p.12), «Va a morir» (p.13), «Sin darse cuenta que ha muerto» (p.16), «La maté porque era mujer» (p.17), «Se nace para morir» (p.18), «La muerte instantánea» (p.19), «El tío amaneció acuchillado» (p.20); la autora nos hace reflexionar sobre las distintas formas de la violencia simbólica sobre la poética del cuerpo. Todos los microrrelatos de este breve libro trazan una línea de fijación que luego se convierte en la subsunción del primero por el último, cerrando de ese modo el círculo de vida y muerte, a veces empleando la ambigüedad semántica y la intertextualidad literaria, elementos recurrentes del microrrelato. Bajo esos preceptos, la autora, en estas fabulaciones, pone de manifiesto el retorno a esa tradición literaria que destaca las conexiones que se pueden establecer entre vivos y muertos. Crea un lazo mediante memorias que son fabuladas a través de la traslación de eventos del pasado que se han quedado sin explicación o, simplemente, intenta satisfacer alguna curiosidad que en el mundo de los mortales jamás se podría llegar a conocer.

8.
En los microrrelatos de este libro subyace la idea de una corporeidad preparada y expuesta que con el empleo de la ambigüedad o la diseminación de indicios significativos, alude a lo inevitable de las transformaciones que implica lo fantástico: «Quizá se debió a un ansia inconsciente de elevarme hasta encontrarte, o a un efecto de la desesperación; el caso es que comencé a volar». (La caricia, p.9), «Por unos momentos él permanece de pie, dos lagos quietos los ojos, sin darse cuenta que ha muerto. Algo habrá leído ella en el espejo de esos ojos y algo de barco que se hunde ocurre luego porque siente que naufraga dentro de sí misma y el cuerpo del hombre, sobre la tierra calcinada, se diría un madero flotando a la deriva». (Retrato de mujer con dragón, p.16). «Una mañana mi esposa cocinó empanadas santiagueñas —esas dulces, que no me gustan— yo las tomé y las arrojé al pozo. En el patio de mi casa siempre hubo un pozo. // Alguna vez pensé que debía rellenarlo, creo. // La noche que ella se fue ahí mismo tiré las fotos del casamiento. Más un par de sacos apolillados y varias partituras de Ravel. // Esa misma noche, lo oí rugir por primera vez». (Voraz, p24). La tensión narrativa se da como resultado de fuerzas constantes que desarrollan una idea elíptica constante: la corporeidad como metáfora del silencio. La desrealización de algunos elementos narrativos se involucra también en la consecución de las vías más productivas del microrrelato contemporáneo y lo que este supone: la recomposición del puzzle.

9.
Tal vez los microrrelatos más auténticos sean aquellos que no son ni del todo fantásticos ni del todo lógicos. Quizás los mecanismos textuales, las técnicas narrativas, la disposición del material verbal con el que se construyen las historias de este libro gocen de cierta intertextualidad que se constituye como elemento configurador de una trama mayor que es exclusiva del microrrelato. La prosa de Nasello sortea los lugares comunes y nos hace revelaciones de marcada importancia a través de un lenguaje cuyos rasgos principales son la condensación de ideas, la construcción de frases cortas que semejan una exhalación. Verbos que nos permiten concebir la lectura de una idea donde la acción posee una naturaleza dialógica. Escenas donde la voluntad y destino se entrelazan y se imponen, porque la vida, aunque sea rodeada de todo y nada, no quiere detener su rumbo.

10.
En los quince microrrelatos de Está rugiendo otra vez, Patricia Nasello continúa su cabal inserción narrativa en este género literario. Su voz se desplaza con un equilibrio arquitectónico por la brevedad, dejando en alto su destacable destreza para narrar lo que no puede ser narrado. La autora se enfrenta al reto de encontrar las palabras que traduzcan ese mundo fantástico con escenas de aquellos seres que persisten en esos fragmentos de la imaginación, de las alegorías directas al recuerdo y la memoria que son los mecanismos para internarnos a universos insólitos donde lo más inaudito se hace posible. Independientemente de que siempre resulta complejo cualquier intento de acercamiento a la obra de Patricia Nasello, Está rugiendo otra vez es un conjunto antológico digno de atención por acercarnos a la lucidez y pulsión narrativas. Entre las aportaciones de este trabajo, hay que subrayar la percusión constante de una técnica alcanzada en la brevedad, tan cierta e ineludible como sus palabras. También esa rara limpieza y concisión que llenan de frescura la minificción y nos señalan que el microrrelato latinoamericano está emprendiendo el camino hacia un nuevo auge.


Ciudad del Titikaka, julio de 2020

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