Domingo, 2 de octube de 2011 LA PATRIA, Cultura/La Paz Bolivia
Alguna vez se dijo que la poesía, como vocación profundamente humana, es una posibilidad de autodefinirse frente a la realidad existencial y frente al misterio absoluto.
Gloria Mendoza Borda, poeta peruana, ha elegido la poesía para dar testimonio de su comunicación consigo misma y con el mundo. La lectura de su poemario titulado No digas que no sé atrapar el viento nos permite pulsar sus íntimas palpitaciones espirituales como interpretar el paisaje de su visión cósmica que está arraigada en creencias y raíces firmes que describen su identidad adherida a la cultura andina ancestral, la que le transmite infinitud, trascendencia y vuelo más allá de lo tangible.
El poeta, el artista vive sustancialmente comprometido con su historia íntima, personal, la que le da fisonomía a su mundo subjetivo. De la misma manera no le son ajenos los hechos y acontecimientos políticos, económicos y sociales de la historia colectiva que vive, que vivió o le fue revelada. Es su sensibilidad, su observación detallada quien rescata hechos y circunstancias que quedan fijados cono experiencia psicológica en la memoria que posteriormente, por motivaciones especiales, serán explicitados en una forma de expresión literaria. Para Heidegger el lenguaje es la morada del ser. Cierto, sí. Definitivamente somos palabra y en ella constante pregunta. En No digas que no sé atrapar el viento está la palabra y el cuestionamiento de Gloria Mendoza Borda.
El poemario estructuralmente está dividido en dos partes: DEJA QUE EL VIENTO CANTE Parcela 1 que comprende 10 poemas y Parcela 2 que tiene 5 poemas. Con el derecho que le asiste al lector de tener su propia visión sobre la lectura que hace, a continuación compartiremos algunas percepciones sobre el poemario. Es evidente la consustanciación de hombre-tierra y naturaleza en una armonía telúrica de flora y fauna. Árboles, bosques, yerbas, animales, aves que pueblan la querencia y arraigan al espíritu y a la mente, cuando:
Las venas están hinchadas en las ramas de discretos árboles/Allí permanecen estampados nuestros nombres para siempre/En una vorágine de temor/Y no quieren voltear la cara en desgracias desgranadas/Ay, mi ave límpida no podías irte de mis bosques/Que tus yerbas están enraizadas/En esta naturaleza de nostalgia eterna/Un colibrí silba… ya tarde para cualquier retorno. Desolación de embudo (1)
El colibrí, ave mítica, mensajera de los dioses, vaticina el exilio, el alejamiento, sin embargo aún en el dolor y la certeza será siempre un anhelo, una búsqueda, una esperanza el volver al camino y desandarlo. Si hay algo que justifique y signifique la vida del hombre, aquel algo de lo que no se puede privar a la vida, aunque para conseguirlo nos descarnemos de tal forma y manera hasta quedarnos sangrantes, es el ideal, la esperanza final, una primera creencia, una originaria convicción que en definitiva es fuente y fundamento. En Gloria Mendoza ese algo esencial es esa naturaleza de nostalgia eterna que será su luz e inspiración. La realidad está en los tiempos armónicos de la existencia, ayer, hoy y mañana, el arte es mutación encarnada en ellos, así lo siente la voz poética, cuando en el poema Peregrinación (4) dice:
Alguien gime en mi memoria expectantes inclemencias de otros tiempos/Llamándome con nombres que no eran míos……./No pude entrar en esa morada porque no era mía/Ahora el mantel blanco está tendido y vacío.
Mutación es la vida. La poesía pregunta y responde por ella. Hay aquí una confrontación entre la realidad pasada y la inmediata en una significación de espacio y tiempo que parece ser el móvil, la espina dolorosa, pero anhelada y perseguida en la poética de Gloria Mendoza.
En los recuerdos protegidos y guardados por la memoria se encuentra el sentido recóndito de la realidad pasada, sueños, desencuentros, amores y desamores que habitan en las muchas singularidades con que se manifiesta nuestra cotidianidad y que las parimos con gemidos de dolor o alegría ante el asombro o extrañeza de nosotros mismos al desconocernos o reconocernos en ese alumbramiento:
¿Quién soy yo?/ Capitán en los mares de olas alocadas soy yo la misma estrella fugaz/De agua capitana de otras naves en lagos lejanos/…………Me preludio flor silvestre crecida entre piedras a la orilla del río peregrino./ Siempre estuve esperando el momento culminante del canto de espuma/Del redescubrimiento de nuestros astros preferido / cuidaré tu recuerdo como quien cuida el centro del universo con energía y sabiduría de piedra eterna. Redescubrimiento (7)
Los versos iluminan un mundo, una vida con sus contrastes existenciales que se traducen en realidades y esperanzas: lacras que expulsar, esencias que reintegrar, instancias que rehacer. Oigamos en Visión de cirios (9):
Mis oráculos se arrastran por campiñas sin ovejas/Ni árboles ni gladiolos ni gallos ni silbido de aire ni gritos en la montaña/Pretendo romper el silencio del silencio en una visión de cirios/En la ciudad que nos alberga siendo huéspedes desconectados/Que acompañan el comienzo desmedido de la alondra que nos reina.
La autora ubica al lector en el espacio y las circunstancias significativas que transfieren al presente las emociones del pasado de un mundo y su mundanidad o sea cosas, experiencias pasadas, recuerdos, esperanzas, personajes que describen la visión de la vida interior y la expresión de ideas. Aquí es puntual la evocación del tiempo de la infancia, de la inocencia. El recuerdo que entre sempiternas historias/ ...descubre el paso de la abuela Gumercinda, de la cual no se olvida del afán de hacerle muñecas de trapo sembrando de auroras su infancia (Gumercinda Briones Romero)……. O lo que leemos en en este pétreo ocultamiento/ sin nombres/ sin ceremonia/ con la cara lavada por la inocencia/ buscas el corazón del alba/ das vida a este escritorio ruiseñor, cumpliéndose lo que dijo alguien: que vivir es ver volver. Sin embargo de la división del poemario en partes, los poemas que lo componen forman una unidad de estilo que armoniza con la palabra, la imagen, en suma con el lenguaje poético que interpreta y transmite un mundo subjetivo personal que fluctúa entre la certeza del desarraigo del yo íntimo con el tú o el otro en estados de plenitud, de conciencia de pertenencia al mundo cercano y al espacio grande de país. De ahí que desde un yo poético cada verso apunta a un tú imperativo de múltiples cuestionamientos. Por muy libre que sea un verso hay siempre un ritmo. El verso libre se acomoda a una cadencia del acento personal del poeta que arropa las ideas en música persuasiva, así discurre el canto en este poemario. Afirmamos que la energía poética de Gloria Mendoza nace del universo y está ligada a él en una relación directa entre los seres y las cosas. Poesía testimonial desde la experiencia personal, desde el dolor y la duda, desde la derrota y la esperanza. Solo partiendo de lo mismo se puede alcanzar la otra edad y estamos seguros que ahí, esta poeta peruana, sí sabrá atrapar el viento. Rosario Quiroga de Urquieta. Escritora cochabambina. Universidad Complutense de Madrid.
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El texto fue presentado en el I FESTIVAL DE LA PALABRA realizado entre el 3 y 5 de mayo, donde participaron escritores de Perú, Chile, Colombia, Uruguay y Bolivia .
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