"Mi poesía es una vuelta a mis orígenes"

martes, 13 de abril de 2010

 



Poeta puneño Boris Espezúa Salmón, ganador del premio Copé de Petroperú 2010. Ganó con el poemario Gamaliel y el oráculo del agua, en el que recrea el mundo altiplánico y sus formas de cultura.


–¿Tu libro fue escrito para el concurso o es una larga incubación?

–El libro es una expresión de los últimos años de residencia en Puno, donde hay una vuelta a mis orígenes y una mejor toma de conciencia expresiva de nuestra idiosincrasia andina que encontró oportunidad de presentarlo en este concurso. Se trata de una continuidad a mis anteriores libros: A través del ojo de un hueso, Tránsito de Amautas, Alba del Pez y Tiempo del cernícalo, donde hay una tendencia a recrear mitos, ritos, religiosidad y filosofía andina, recogiendo cierta oralidad y prácticas ancestrales que aún se cultivan y forman parte del poblador del altiplano.

–¿Por el título, ¿Gamaliel Churata es una suerte de pensamiento guía?

–Gamaliel Churata en la cultura peruana y en el libro es el alquimista del Lago Titicaca, es quien a través de su propuesta ideoestética de forjar elementos para un nuevo paradigma cultural en el país constituye un eje vertebrador que a través de sus propuestas redentoras y míticas articula en una visión mía una propuesta de construcción de una forma de ser auténtico en una modernidad que no resuelve las hibrideces de nuestro ser nacional, por ello el título: Gamaliel y el oráculo del agua.

–¿Cómo has resuelto para no caer solo en lo telúrico?

–Es inevitable que un escenario sumido por siglos en la postración no se tenga que expresarse con versos telúricos, que, sin embargo, en el libro están recreados bajo un lenguaje coloquial, mediante un sentido polifónico, donde aparecen voces tanto del pasado como del presente.

–Un verso tuyo dice: “Cruzaron en mi infancia el sollozo de ovejas y totoras/ que me llevaron a otros patios del pensamiento”.

¿Esos otros patios son acaso los tiempos modernos?

–Efectivamente, el verso aludido se refiere a esos otros patios de la modernidad, donde se ha tratado de asumir cierta mezcla o mestizaje donde se pueda hacer sincrético y viable una forma de vida entre algo que siempre ha anudado a nuestra peruanidad de resolver un ser nacional fundado en elementos de nuestra heterogeneidad cultural.

–¿Acaso tu poesía se torna bastante antropológica, a estilo Pablo Guevara?

–No sé si mi poesía podría catalogarse como antropológica, no sé si mediante la antropología se podría concentrar toda una polisemia de expresiones diversas, pero indudablemente que tiene que ver con interculturalidad, con mostrar realidades culturales existentes en nuestro territorio nacional y ciertamente en ello se parece al trabajo que realizó Guevara, en poemarios como Hotel del Cuzco, que es una búsqueda de esos espacios expresivos de una peruanidad enclavada en las provincias.

–¿El eslabón perdido del ser aymara?

–Hay muchos eslabones perdidos en nuestro país, expresados en el aymara, en el quechua, con seguridad en un shipibo, awajún, etc., que muestran grupos que han sido soslayados, no reconocidos, ni protegidos por una República, en forma real o material.

–Desde los Andes los artistas casi siempre se preguntan quiénes son con respecto a Lima...

–No solo con respecto a Lima, sino con respecto a la modernidad, a la fantasmagoría del liberalismo, que nos vuelve a la dicotomía de mostrar un país escindido culturalmente, por ello considero que se trata de ir cerrando brechas.


La danza de las olas

Los cometas que pasan por los cielos, atropellando las estrellas anuncian que el mundo tiene un corazón empuñado en sí mismo muy cerca de la eternidad de la oración. Ahí mismo se revuelca el pez, sobre aguas de una tierra quemada, donde los sustratos son moscas gordas arando sueños, petrificados y redimidos por los oráculos del Titikaka. Llevo el nombre de Gamaliel, en la punta de mis huesos ciegos para ver el sol que se cortó los dedos en los vitrales de mi bautizo y refractó un pez ciego en el ojal de la fe, al persignarse en mi sien donde me crezca una amapola amarilla, mientras saltan todas las medianoches los peces luna con su piel fosforescente.

Padre pez en el crujir de los años que enturbia el desencanto apareces en la memoria iluminando la voz de nuestros ancestros abres el lago con sal bruta con el humus de entrañas de aguas represtinadoras en las que perdiste la vista en la edad de fuego al parpadear al tiempo tu visión integral del Ande en las que siempre me busqué como pez lunario en nombre de tus hijos para abrir nuevos espacios estelares. Ahora sí padre, definitivamente puedo correr en nuevas aguas sin ningún trueno en las pupilas.



Perfil
El poeta. Nació en Juli, Puno, en 1960. Es autor de A través del ojo de un hueso, Tiempo del cernícalo, entre otros. Premio del Icpna, 1984, Premio Nacional de Cafae 1987. Finalista del Copé 1995.


Entrevista de Pedro Escribano/ La República 01-04-10

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